Nací y crecí en Naranjo,
zona rural plena de naturaleza, rodeada de ríos hermoso
y colinas quebradas llenas de vegetación, gran variedad
de pájaros y mariposas, que casi podía coger
con mis manos.
Me gustaba observar a la gente sencilla
y trabajadora que llegaba de la Provincia Guanacasteca a
recoger café a la finca de mi padre, con ese tono
de piel bronceada producto de nuestra tierra generosa y
con las lluvias que al caer despiden un aroma muy especial.
La gente del pueblo, gentil, noble,
sencilla y trabajadora, que yo sentía que me apreciaba,
campesinos fuertes y trabajadores que reflejaban en sus
rostros muchas cosas nobles.
Mi casa estaba al frente
del parque del pueblo, la iglesia y la escuela; su clima
maravilloso, como una eterna primavera, el parque con sus
árboles de frutas, flores y bancas de colores, donde
descansábamos luego de andar en bicicleta y patineta.
Mis paseos a los ríos, donde
aprendí a nadar y a disfrutar de los sonidos del
agua, los animales, el viento y la lluvia. Mis paseos a
caballo con mi abuelo José Cruz, alas montañas
de San Isidro de Perez Zeledón. en aquella época
de gran vegetación y bosques vírgenes.
Mi sueño de niña era poder pintar o
tocar piano algún día o bailar valet. Me
considero una persona muy afortunada y con la ayuda de
Dios desde que empecé a pintar tuve muy buenas
invitaciones para mostrar mi pintura: en el Museo Nacional
en 3 ocasiones y en otros museos de Costa Rica y en el
extranjero , en la Primera Bienal del Museo Cuenca, Ecuador,
en Mónaco Francia, en México donde recibí
una mención de honor en el Museo de Arte Moderno
en la Bienal Pedro Domec con mi obra"Meztizaje".
Hay pinturas mías en un Museo de Alemania,
en Estados Unidos y en otros paises.
Empecé a pintar porque sentía
una gran necesidad de expresarme, y cuando mi hijo menor tenía
6 años pude dedicar un tiempo de cada día para
mí, pues mis hijos ya habían crecido y yo podía
desarrollar los dones que Dios me había dado y que
quiero compartir con los demás.